Gracias a las mujeres adultas que enseñan a las más jóvenes la manera de usar esta prenda mexicana, la tradición de usar el rebozo en la región de los Valles Centrales del estado oaxaqueño se resiste a morir.
Aunque las indígenas lo utilizaban antes de la conquista, el rebozo, como hoy lo conocemos, surge de la necesidad que tenían las mujeres mestizas de cubrirse para acceder a los recintos religiosos; y su concepto no llegaría a la lengua hispana sino hasta 1562.
Usados en las labores del campo, constan de una forma rectangular de una sola pieza; miden entre 1.5 m y hasta 3 m de longitud. Actualmente, los maestros reboceros trabajan estas piezas con materiales como la seda, la lana, el ixtle y el algodón blanco.
Los rebozos también fungen como bufandas o chales y son una herramienta muy útil para cargar a los hijos o llevar productos del mercado.
“Antes ocupábamos el rebozo para hacer sombra, para dejar tejate* a nuestros esposos que iban al campo a trabajar, para ir a sembrar y para cargar a nuestros hijos mientras hacíamos tortillas”, señaló María de Jesús Gutiérrez López.
En entrevista con la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión, la oriunda de Villa Díaz Ordaz señaló que esta prenda utilizada por las señoras de los Valles Centrales les da sentido de comunidad y pertenencia.
“A mí me gustaría que esta costumbre pasara de generación en generación ya que las jóvenes de hoy ya no se ponen, ya no utilizan el rebozo como debería de ser”, señaló