Para los padres de familia, el nuevo modelo de ecuación a distancia representa una obligación extendida por nutrir de contenidos y de buenos hábitos en el hogar
Por Trixia Valle*
La educación es tarea de todos y cada uno de nosotros somos parte de ella. En esta nueva normalidad y con la modalidad a distancia, es un excelente momento para reconciliarnos con la educación y valorar a los maestros, quienes son insustituibles.
En esta tarea hay que entrarle. Como vemos, esto ha trascendido hasta en las televisoras que participan en alianza para educar a los alumnos desde casa. Así es, hoy la televisión es una herramienta útil en estos tiempos, facilitará el aprendizaje a millones de estudiantes.
Todo el modelo suena bien y es interesante, no obstante, los padres de familia tenemos un quehacer fundamental en esta ecuación. Tenemos una obligación extendida por nutrir de contenidos y de buenos hábitos en nuestros hogares que suponen, para quienes así lo elijan, un año escolar viendo la tele y absorbiendo los conocimientos de forma autodidacta, donde los padres debemos estar para resolver dudas y ayudar a digerir los contenidos proporcionados.
Ahí es donde reside el problema, pues por un lado, la brecha educativa de los padres de familia, los pone en desventaja para poder enseñar a sus hijos matemáticas, física y química, quizás ya no se acuerdan de estos conceptos.
Además, otro punto a considerar y tal vez el más grave, es que, de acuerdo con elFondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), de los 36 millones de niños y niñas que están en niveles de educación básica y media básica, al menos 60% sufre violencia intrafamiliar.
Christian Skoog, representante de Unicef en México, dijo que 6 de cada 10 menores de uno a 14 años de edad sufren violencia en su hogar, «situación que se ha agravado por el confinamiento» y agregó que el nivel de violencia intrafamiliar no debe ser desestimado. Esto, particularmente en contextos como el actual, pues las llamadas a refugios reportando violencia han registrado un incremento del 60 al 80% y las solicitudes de asilo en estos espacios ha incrementado 30%, según la Red Nacional de Refugios.
Ante este panorama, las preguntas ya no sólo son ¿quién educará a los niños? y ¿dónde jugarán los niños? Ahora el problema es ¿quién defenderá a los niños? Pues al ser retirados del espacio público, les quita de la posibilidad de ser rescatados del maltrato en sus propios hogares, donde lejos de aprender y de poder ser educados, son violentados, explotados y maltratados.
Así, ante la situación de la cuarentena prolongada y la posible no apertura escolar en modo presencial en 2020-2021 la pregunta es quién cuidará de estos pequeños durante sus primeros años de vida y que son heridos por sus propios padres, quienes seguramente, también están heridos, y que así perpetúan el círculo de la violencia.
En este aspecto, las escuelas también cubrían la función de velar por el bien superior del menor y ahora, al estar cerradas los niños y las niñas se ven solos, perdidos ante sus propios abismos.
El problema del aislamiento social tiene afectaciones muy dolorosas en todos los sentidos, pero la factura social de una generación de infancia rota, no tendrá precio.
Es necesario actuar. Desde luego que las líneas de atención ayudan, pero más allá de eso, y a la par de la educación académica televisada urge un acompañamiento emocional para padres e hijos, y que en conjunto convivan en un ambiente de tranquilidad y apoyo, el marco ideal para impulsar el modelo educativo a distancia.