La exigencias y conciencia respecto al cambio climático del público sueco han puesto en jaque a las aerolíneas. La operadora aérea Swedavia AB, que controla 10 aeropuertos en Suecia, ha registrado su índice de ventas más bajo en la última década.
El fenómeno es conocido como «flying shame» (vergüenza voladora), básicamente los consumidores evitan viajar en este tipo de transporte pues el uso de combustibles fósiles es mayúsculo. Esto ha beneficiado a otros mercados, por ejemplo, la operadora estatal de trenes SJ reportó cifras récord en viajes el año pasado, con un movimiento de 32 millones de pasajeros.
La presión es tal que aerolíneas como SAS se encuentran en búsqueda de nuevas alternativas para atraer a sus usuarios de vuelta y combatir la contaminación.
Por un lado han sustituido modelos obsoletos por otros que tienen consumos más eficientes; también exploran distintas posibilidades para alimentar los motores de sus unidades con biocombustibles.
“Es importante que las personas puedan seguir reuniéndose y que el mundo pueda seguir viajando. Pero no podemos seguir viajando sin adaptarnos a una forma sostenible «, consideró el director ejecutivo de SAS, Rickard Gustafson.
Vale la pena señalar que el dinero invertido en investigación y uso de combustibles amigables con el medio ambiente implica un aumento en el precio de servicio de las aerolíneas. En el caso de los pobladores suecos, pagar mayores cantidades en los pasajes no representa un problema, siempre y cuando esto se vea reflejado en mejoras a los procesos de responsabilidad ambiental.
El año pasado el 23% de los suecos se abstuvieron de viajar en avión para disminuir su impacto climático. Esto es clara muestra de que son los usuarios quienes determinan la oferta; si no hay consumidores, no hay ventas.
«El viaje hacia una huella libre de fósiles será largo, pero soy un optimista de la tecnología», concluyó Gustafson.