La esquina de la calles Aztecas y Bartolomeo en Tepito, se engalanó durante años con la presencia de una reina, la del albur. Lourdes Ruiz se ganó este título en 1997, durante el torneo «Trompos y Pirinolas» organizado por el Museo de la Ciudad de México.
Pero su historia comienza mucho antes, nació en 1971 en un barrio conocido por sus comerciantes, la delincuencia, los antojitos y la riqueza cultural: Tepito.
Según relataba, la también conocida como Verdolaga Enmascarada, su primer acercamiento con el albur fue escuchando las conversaciones a su alrededor. Entonces descubrió en el lenguaje un capítulo hasta ese momento desconocido, que requería de astucia, atención y creatividad.
«Para mí el albur es como una ajedrez mental donde todo el tiempo estás buscando cómo mover las piezas», decía.
Siempre para compartir
Cuando obtuvo suficiente notoriedad la ocupó para impulsar programas de educación en el Barrio Bravo, pues creía que el lugar que la vio crecer era más que delitos, y estaba poblado por gente trabajadora, fuerte y con ganas de salir adelante.
Su talento era tal que impartía talleres avalados por Conaculta, Bellas Artes y la SEP, en Peralvillo 55. Pese a que culturalmente el albur fue visto como cosa de hombres durante años, Lourdes siempre defendía a las mujeres, para ello, por supuesto, echaba a volar su imaginación y componía en doble sentido oraciones que jugaban y ponían en jaque al más habido.
También incursionó en la actuación, escribió un libro, viajó y compartió la riqueza lingüística de México. En distintas ocaciones fue señalada como una persona vulgar y con poca cultura, sin embargo, ella siempre consideró que para alburear se debía ser muy culto.
El sábado 13 de abril, Lourdes dejó este mundo a los 47 años, no sin antes haber demostrado que las mujeres mexicanas como las verdolagas cercenen donde sea y no tienen límites.