Bea Gasca | Empresaria y Doctor Honoris Causa en Diversidad e Inclusión
Desde las trabajadoras del hogar y obreras,;hasta las ejecutivas en puestos directivos, cada una de las mujeres que integran el 41.7% de participación femenina yacen como un acelerador de la fuerza que le está dando equilibrio al entorno económico nacional.
Esto, a pesar de la brecha laboral existente en nuestro país; ya que, México se encuentra muy por debajo del promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en dicho rubro.
Como se sabe, la pandemia trajo consigo crisis y desaceleración económica, las cuales impactaron con mayor fuerza a las mujeres, cuya tasa de participación se redujo en un margen histórico, para quedar en 35% en mayo de 2020.
Aún en dicho contexto, se observa que en gran medida la recuperación económica por sectores se está gestando con el impulso otorgado por la fuerza laboral femenina, que registra en el grupo de jovencitas entre 15 y 19 años un 18.3%, mientras en el de 30 a 39 años un 56.9%.
Asimismo, de acuerdo a los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), también llama la atención que, un factor que altera el desempeño laboral de las mujeres es el académico; ya que, el 57% de las mujeres que cuentan con estudios de nivel medio-superior y superior tienen empleo.
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No obstante, la brecha salarial también juega en contra, y me explico. Millones de mujeres a lo largo y ancho del país están demostrando que su participación laboral no solo se traduce como salvaguarda de sus familias; también, como aporte al crecimiento económico nacional,;pero lo cierto es que del total de mujeres ocupadas solo el 66.9% son trabajadoras asalariadas.
Entonces, ¿Cómo mejorar estos registros? Algunas soluciones yacen en incrementar la oferta del cuidado infantil de calidad, mejorar las políticas de licencia de maternidad, evolucionar los esquemas de trabajo flexible e incrementar el conocimiento de las mujeres sobre sus derechos laborales.
Lo anterior, podría abonar a modificar los porcentajes de mujeres que trabajan de manera independiente (23.1%), las que no reciben ningún tipo de pago (5.7%), o las que son trabajadoras subordinadas con percepciones no salariales (1.6%).
El panorama luce en extremo desigual cuando se lleva a cabo la comparativa con los índices que registra la participación masculina; sin embargo, resulta imperante que cambie; no solo desde un marco normativo, sino también desde la óptica empresarial, que al final del día, es la principal fuente de empleos.
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