Por Marcelo de Fuentes*
Limitarnos a lo que evoca la palabra «fintech» sería como tratar de definir una pirámide como una serie de piedras apiladas; resulta cierto pero por demás pobre e injusto.
Desde hace más de 150 años, las instituciones financieras han utilizado la tecnología disponible en el momento para hacer llegar a los usuarios sus distintos productos, práctica que se aceleró significativamente a partir de los años 70 del siglo pasado.
Así las cosas, que la tecnología sea un facilitador en el mundo financiero tradicional no resulta novedoso, ni tampoco ha tenido mayor efecto en masificar el acceso a mejores productos, principalmente en países en vías de desarrollo.
Fintech es una filosofía de cambio profundo, de fondo; un rompimiento con el actuar tradicional cuya misión es «democratizar el acceso a productos financieros para una población hasta ahora olvidada por los oferentes tradicionales». Y sí, suena un tanto romántico y tal vez utópico, pero permíteme compartirte un par de datos de otros países que dan contexto y reavivan la esperanza:
De acuerdo con cifras del Banco Mundial, en el 2000 solamente 27% de la población de Kenya
tenía una cuenta bancaria; para 2019 se estima que este número llegó al 75 por ciento. En la India la gente no bancarizada pasó de 557 millones en 2005, a 220 millones en 2019. Y esto es importante porque infinidad de estudios demuestran que el bienestar económico está íntimamente relacionado con la tasa de inclusión financiera.
Y esto se logró gracias al rápido desarrollo de empresas fintech. Tristemente en nuestro país el porcentaje de adultos que tienen acceso a servicios financieros (que quede claro que no digo justos, eficientes, de forma fácil, suficientes. Simplemente digo «que tiene acceso») no llega ni al 40%, de acuerdo con datos de la CNBV y Banxico. Es más, estamos incluso por debajo de países como Chile, Argentina, Colombia y Brasil, lo que demuestra que, en este sentido, el desempeño del sector financiero tradicional nos ha quedado a deber, y mucho.
La respuesta del gobierno fue la creación del Banco del Bienestar, propuesta anacrónica y en contrasentido con respecto a casos de éxito como los que te comenté en líneas pasadas.
Sin embargo, en contraposición con el proyecto del Banco del Bienestar, hay excelentes noticias para México, ya que en 2018 se promulgó la «Ley Fintech», que regulará el actuar de todas las empresas que participamos en el sector y que tiene como objetivo primordial el dar certidumbre a los usuarios de que están tratando con empresas que siguen estándares, incluso superiores, a los de la enorme mayoría de países. En este sentido, la CNBV, la SHCP y el Banco de México han puesto a nuestro país al nivel de Inglaterra y muy por encima de la reglamentación de Estados Unidos.