Por María José González de Cossío*
Uno de los retos más importantes a los que se enfrenta el 2020 es poner fin a la discriminación histórica que sufren las mujeres. El año 2019 representó un gran avance para la causa feminista, tras el surgimiento de un fenómeno social global que unió a millones de mujeres por la lucha de sus derechos.
Con creatividad y perseverancia, los movimientos feministas lograron posicionarse en las primeras planas de los periódicos mundiales y colarse en los debates familiares del ciudadano común. Salieron a la luz numerosos casos de feminicidios, violaciones, acoso sexual y discriminación laboral. El 2019 logró colocar en la agenda de debate público un tema que durante años fue evidente pero que pasaba generalmente desapercibido por la indiferencia.
El verdadero reto es el que enfrenta el 2020. Comenzamos esta década con el desafío de hacer realidad el deseo de las mujeres de ser respetadas y recibir un trato equitativo. En el ámbito laboral, debemos reconocer que las mujeres se encuentran en una posición de vulnerabilidad, con políticas laborales que no escuchan las preocupaciones de las madres, con sueldos inferiores a los de los hombres a pesar de realizar el mismo trabajo y con espacios de participación femenina limitada, especialmente en los puestos directivos.
El 20/20 debe hacer frente a esta deuda histórica, promoviendo una cultura laboral incluyente que empodere a la mujer. Permitiendo que éstas se integren a los equipos directivos y consejos de administración para que puedan incidir en la toma de decisiones y políticas laborales desde una perspectiva femenina. Exigiendo un trato equitativo, donde el género no defina las retribuciones económicas o las oportunidades de crecimiento laboral. Promoviendo espacios donde se celebre la maternidad y se castigue la discriminación y la intolerancia.
Que el propósito de este año sea celebrar la diversidad, para que cualquier persona, sin importar su género, preferencia o condición económica, pueda alcanzar un desarrollo pleno. Entender que la diversidad es sinónimo de enriquecimiento de la sociedad y de economías dinámicas, por lo que ésta debe tener la apertura para valorar distintas perspectivas. Por un 20/20 de visión equitativa, que sea punto de encuentro y armonía entre todos.
